jueves, 28 de enero de 2016

El mandala del Kalachakra


Cada año en un valle remoto de la India, en la zona mas occidental del Himalaya, se reúnen mas de 40.000 de peregrinos que llegan de pueblos cercanos, valles vecinos y de todas partes del mundo. Sus creencias los llevan a realizar un viaje de varios días por desfiladeros de mas del 5500 metros de altitud, los mas altos del mundo, cruzar ríos y caminar cientos de kilómetros por caminos de tierra, rocas y arena.


Se reúnen allí porque asisten una de las mas sagradas ceremonias del Budismo Tibetano o Budismo Vajrayāna esta ceremonia se llama Kalachakra, que significa rueda del tiempo o ciclo del tiempo. Este ritual dura una semana completa y prepara a los iniciados para el fin de todas las cosas, la completa destrucción del tiempo y del espacio. Los prepara para salirse y ayudar a cada ser vivo a salir del Samsara, el ciclo de la vida, muerte y reencarnación.

Durante esa semana un grupo de monjes trabaja día y noche para crear el Mandala del Kalachara, este mandala es una especie de mapa que guía a los creyentes en el camino hacia la iluminación. Con un cuidado meticuloso utilizando granos de arena coloreados y cuando cae el sol trabajando a la luz de las velas crean un mandala con diseños y figuras realmente complicadas y difíciles de realizar.
Cada año realizan un mandala de arena con diseños y colores diferentes, y cuando la ceremonia del Kalachakra esta por terminar, el ultimo ritual es poder observar ese gran mandala. Para los mas de 40.000 peregrinos no existe mayor privilegio que poder estar en frente del Mandala del Kalachakra aunque sea por unos instantes. Aguardan pacientemente en largas filas y puede tardar días hasta que a cada uno le llegue su turno.

Para finalizar los mismos monjes que crearon el mandala lo rompen, el primero en comenzar a desarmarlo es el mismo Dalái Lama. Esta destrucción simboliza el desapego a las cosas materiales y el como todo sigue con el ciclo del tiempo. Juntan toda la arena coloreada con la que crean el mandala y la colocan en una especie de vasija, cubren la vasija con mantos y se dirigen a la orilla del río donde practican rezos y luego vuelcan la arena en el río para que la corriente haga que continúe con su viaje.



Fuente: Mandalas para todos